jueves, 1 de junio de 2017

te reconozco en los gritos de una ciudad llena de estrellas

No tengo una canción para ti, supongo que no suenas a verbena con Jesucristo García ahogando adolescencias, ni a la mano lenta gritando en un túnel del amor que se escarcha con los restros de un cascarón roto. Te alejas de los poetas de bar con regusto a carajillo que hablan de Madrid mientras roban los meses de abril y rehuyes los ritmos de un Caribe ajado, escapando de los habanos que te ahúman la razón. Me recuerdas sin saber por qué a la voz de una estrella fugaz bordeando la veintena, a un coro infantil con acento porteño que le canta a la vida. Tienes el regusto nostálgico de una melodía veraniega, de las que se agarran a tu alma y no la sueltan por mucho que los años asesinos te hagan olvidar quién eras. No hueles a una banda sonora de película cyberpunk ni a lo andrógino de una voz melódica que necesita paciencia para ser escuchada. Lo tuyo es más algo que está dentro, una inmediatez que pide ritmo, una vertiginosidad que se nutre de locura. Eres un grupo de chicos añorando al viejo amor que los dejó o el icono del momento que no soportas en las discotecas. Me suenas a niños blancos llenos de sueños bailando claqué, a una multitud entonando el próximo himno de su generación en medio de un atasco, a dos enamorados destinados al fracaso que todavía no han perdido la fe. No, no tengo una canción para ti, quizás sea porque en realidad eres un musical entero. Uno de esos que hace historia.  

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