sábado, 3 de junio de 2017

las malas hierbas son las más difíciles de arrancar

En realidad no te me vas. Eres cicatriz que no se ve, pero sangra. Estás entre la quinta costilla y el pulmón. Como un tumor. A veces funciona la quimioterapia, otras creces hasta que la asfixia mata. No te me vas, no. Estás en la piel, como un tatuaje invisible que se escondió entre los poros, o un pegote de nicotina en la boca del estómago. Te escondes a veces, eso sí. Desapareces, te vuelves sueño -o pesadilla- y juegas a no existir. Eres una fantasía o algo así. Pero nunca te vas, qué va. Te mantienes agazapado, al acecho, esperando la metástasis fatal. Resurges de nuevo de entre tus cenizas, como un fénix mortuorio. Y presionas, ahogando. Lo que pudo ser pero no será. Lo que muere cuando sale el sol. Que sigues aquí y no te me vas. Ni te vas a ir

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