viernes, 19 de mayo de 2017

que la vida siga siendo una enorme casualidad

El adiós es soberbio, vanidoso, terco. Corte, muro, barranco. El adiós es un abismo que separa, un pozo sin fondo, la terrible realidad del olvido. El adiós es una noche sin amanecer, la amnesia profunda. El punto sin retorno, la habitación sin salida. El adiós es el final, es la muerte.
No te digo adiós porque la noria sigue girando y el sol saldrá mañana. No te digo adiós porque estoy dando pasos agigantados, abriendo caminos, eligiendo direcciones. Haciendo pruebas, equivocándome. No te digo adiós porque arriesgo y gano, porque apuesto y pierdo, porque a veces fallo. No te digo adiós porque no entiendo de olvido cuando se trata de ti.
Te digo hasta luego porque te recuerdo, pero no me aferro. Te digo ya nos veremos por si te encuentro algún día al cruzar la esquina. Te digo hasta siempre porque nunca te vas a ir de mí, aunque crea que ya no me acuerdo. Te digo que nos volvamos a ver porque no es una promesa, ni un deseo, es una esperanza.
El adiós es el libro cerrado, la puerta atrancada. El punto al final de una frase, el pitido en una máquina de hospital. Adiós son las cenizas aguadas, un último suspiro, el agua de lluvia que se lo lleva todo. El adiós es un ya no me queda nada, el me rindo, el no puedo más.
Así que yo no te digo adiós, sino hasta siempre. Te digo hasta luego, aunque tardemos cien años en vernos. Que nos volvamos a ver, aunque sea siendo viejos. Porque soltarte no es decir adiós, es crecer. Abrirse camino, ver amanecer, cruzar el río. Soltarte es una promesa, es perder para soñar, es correr, tomar aire. No te digo adiós porque espero, y si espero es porque estoy viviendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario