lunes, 4 de mayo de 2015

-Ve a buscarlo. Ahora. 

La voz de la Presidenta todavía retumba en sus oídos como el rugido amenazador de una fiera hambrienta. Está realmente molesta con todo lo sucedido y pronto entrará en uno de sus habituales episodios histéricos que siempre desembocan en ataques contra la integridad física de algún pobre agente en prácticas.

Robin suspira cansado, desde hace unos meses su trabajo se ha limitado a revisar exámenes de vigilancia, informes académicos y rutinas de seguimiento sin cesar ni un suspira; la falta de sueño le pesa en forma de ojeras amoratadas y en una mirada mortecina que parece recién salida de la tumba. Ni siquiera Mag, tan diligente como es siempre con este tipo de trabajos, ha logrado resistir con integridad los preparativos para la entrada de la nueva generación. Lo cierto es que nunca había imaginado que la tarea de encontrar a nuevos reclutas fuese tan ardua, pero ha podido comprobar en carne propia que todos esos "estúpidos trámites burocráticos", como él siempre los ha llamado fuesen en realidad toda una misión de alto rango, al menos puede consolarse con la idea de perderel papeleo dentro de poco. Cuando todos esos niños entren podrá olvidarse de todas esas fichas por una buena temporada, ahora lo que le preocupa es saber cómo se quitará la adicción al café que ha florecido durante tantas noches de vigilia. 

No tiene que buscar a Kiev, sabe perfectamente dónde está. Lo encuentra en  el sitio de siempre, donde se le puede ver cuando decide que tiene ganas de pasar algunos días en la Organización. Nunca sale de allí cuando vuelve, es como si fuese incapaz de abandonar ese lugar y asumir la realidad que hay fuera de él. A Robin, por contra, no le gusta entrar en esa sala, hay demasiadas cosas allí que le revuelven el estómago y le cierran la garganta, demasiados fantasmas que prefiere ver con cierta distancia, pero para Kiev ahí está su mundo entero. Robin tampoco se lo piensa reprochar, no es asunto suyo. 

Lo observa desde la distancia, su viejo amigo parece absorto entre los nombres acompañados de fotografías que se suceden a través de imágenes suspendidas en el aire por toda la sala. Son la historia de la Organización reducida a un montón de momentos casuales, recogidos para siempre en un disco duro para que las nuevas generaciones recuerden que alguna vez estuvieron allí y ahora se mantienen suspendidos eternamente en forma de hologramas. El tiempo se detuvo para ellos cuando pasaron a formar parte de esa sala, y a Kiev le gusta pensar que tampoco ha pasado para él. No es algo que le haya dicho, él nunca habla de esas cosas, pero no hay que ser una lumbrera para darse cuenta, solo conocerlo un poco. Y Robin lo conoce bien, no tanto como a otros que habitan sin marchitarse en esa sala, pero lo suficiente como para intuir alguna de las muchas cosas que se le pasan por la cabeza cuando se mete ahí dentro.

-¿Qué quieres?

Robin se sobresalta, Kiev está dándole la espalda y no esperaba que notase su presencia tan pronto. Tras esa primera impresión, vuelve a su habitual pose desganada y se encoge de hombros a sabiendas de que su compañero no puede verlo. 

-Morgana te reclama -responde sin darle mucha importancia. Kiev sabe de sobra lo que quiere Morgana, y también que antes o después tendrá que rendir cuentas a la Presidenta, es solo cuestión de tiempo. 

-Bien, ahora iré -responde Kiev con sequedad. 

Robin observa a su alrededor, frente a él se encuentra la imagen de una muchacha de pelo castaño cobrizo cuyos ojos marrones se le antojan realmente maliciosos. El nombre no tarda mucho en aparecer, es una tal Fair Clown, la cual se le hace totalmente desconocida. Puede leer que era una agente doble y murió a la edad de veintiún años en una misión, también aparecen algunas fotos de su adolescencia y pronto seguirán a las imágenes algunos videos donde segúramente se la verá feliz con sus compañeros de generación. Al agente le entra un escalofrío, Kiev debe de estar loco para pasar tanto tiempo en ese sitio, a los muertos hay que dejarlos tranquilos. 

Lo mira de nuevo, el joven está observando una fotografía en concreto, en ella se puede ver a la tal Fair abrazando a un tipo, deben tener la misma edad y ambos parecen adolescentes. Sonríen, radiantes, y parecen tan llenos de vida que Robin no puede evitar apartar la vista sintiendo que no tiene ningún derecho a meterse en un momento como ese. Kiev, sin embargo, mantiene sus ojos grises fijos en la fotografía, él nunca aparta la vista. Se queda ahí, observando durante horas todas esas vidas perdidas como si fuese algún tipo de penitencia de la que no puede huir, o quizás se haya vuelto adicto a ella. Robin nunca ha sabido muy bien por cual de las dos teorías optar. 

-No fue culpa tuya -le suelta de repente. 

Kiev se voltea hacia él, Robin ha notado durante los últimos años que su viejo compañero cada vez se parece más a su padre, aunque el joven siempre ha tenido unas facciones mucho más aniñadas y una mirada que parece una caja fuerte de momentos tristes. 

-Lo decidió la cúpula, no era algo en lo que tuvieses voz o voto, la verdad. 

Nunca le ha hablado de ello porque Kiev tampoco ha abierto la boca sobre el tema en los últimos once años. Pero ya va siendo hora, maldita sea, que uno no puede llevar una carga que no es suya durante tanto tiempo. 

Kiev sigue mirando las fotos. Ahora hay una nueva, es de un tal Anthem Kastapoulos, muerto a los 25 años durante el ataque a la organización. Una sombra recorre entonces los ojos de Kiev, un pinchazo en el pecho siente Robin. Esa causa de muerte les ha dolido a ambos, una ironía bastante macabra por culpa del azar teniendo en cuenta de lo que están hablando. 

-Debí haberlo intentado mejor -es lo único que sale de su boca. Su tono es serio e impersonal, como de costumbre, pero Robin denota un ligero matiz de amargura que confirma sus suposiciones.

-¿Intentar el qué? -el joven agente enarca una de sus cejas-. ¿Dejar que la cúpula te dejase cuidar de un bebé? Ni siquiera dejaron que Devra se hiciese cargo de él, y ella tenía a un hijo propio. 

-Tampoco hice nada por ese caso.

-Kiev, por favor, que te estés cargando con esa losa me parece excesivo hasta para ti. Eras solo un crío. 

-Ningún agente es un crío -responde el joven, sombrío-, y tú lo sabes bien. 

-Todos los agentes de esta organización son críos -insiste Robin-, eso es lo que nos diferencia de muchas otras. Fuimos niños, Kiev, puede que no en un sentido tradicional, pero sí a nuestra manera. Y tú fuiste muy valiente. Joder, estoy seguro de que Luke hubi...

-Ni se te ocurra -lo interrumpió Kiev, masticando las palabras con agresividad-, ni se te ocurra hablar de lo que hubiese querido, pensado o hecho Luke. ¡Ni se te ocurra!

Ahí está el dolor, latiendo en sus ojos grises como una herida infectada, supurando recuerdos culpables que han mantenido alejado a su compañero de la Organización durante tantos años. Kiev intenta ocultarlo, siempre se le ha dado bien camuflarse, pero en estos momentos no puede más. Robin se pregunta si ha llegado al límite, si la situación a la que desean exponerle será -tal y como piensa Mag- demasiado para él. Sabe que Kiev es fuerte, el mayor superviviente que ha conocido Omega en toda su historia, pero hasta los grandes héroes tienen límites y enfrentarse a unas fotos nunca será ni la mitad de duro que ver a los muertos reflejados en los ojos de quienes dejaron vivos. 

-¡Esos niños han crecido solos! -exclamó-. ¿Cómo puedes decir que hice lo que pude? Podría haber luchado para que se quedasen aquí, para que no terminasen en la puta calle o en un asqueroso colegio social, pero no lo hice. Me largué y no luché por ellos.

-No te dejaron luchar por ellos, Kiev, por favor -Robin sabe que Kiev no es el tipo de persona que deja entrever todo lo que lleva dentro, que siempre ha sido más de callar y aguantar. A veces se pregunta de dónde saca toda esa resistencia que tiene, porque otro ya se habría ahogado entre todo el estercolero que él guarda en su interior-. La decisión fue tajante: Neal tenía que marcharse de aquí, sin discusión alguna. El ataque a Omega fue cometido directamente por un enemigo de Luke, si queríamos proteger a su hijo y también a nosotros mismos era necesario esconder al chiquillo. Tampoco podríamos haber hecho absolutamente nada por Mordred, Devra ya lo pasó muy mal intentando salir adelante con su hijo siendo su padre un renegado buscado por toda su familia, los Hilden se las hicieron pasar putas y ella misma dio la orden de que se escondiera al niño. ¿Qué cojones ibas a hacer tú, eh? ¿Hacerte cargo de dos críos que estaban amenazados de muerte?

-Saltarme las normas y protegerlos como era debido, a saber las penurias que han pasado. 

-Claro, porque ninguno de nuestros enemigos habría visto extraño que te desplazases de punta a punta del país constantemente para ver como estaban dos niños, ¿no? No digas tonterías, te lo digo muy en serio. Sé que lo de Kraft fue muy duro para ti, pero debes dejar de culparte por todas las desgracias que han sucedido en esta Organización, no seas tan egocéntrico coño. 

Robin duda unos instantes de sus palabras, los puños cerrados y en tensión de Kiev le indican que algo acaba de romperse dentro de él, o puede que sean un montón de cristales ya rotos desde hace tiempo que han vuelto a pincharle en las muchas heridas que tiene sin cerrar, pero a la vista está que la mención de Kraft ha sido un golpe bajo. 

Dispuesto para aceptar un puñetazo si así decide Kiev que desea desquitarse después de ese último ataque, Robin espera paciente su reacción. Para su sorpresa, el que algún día fue el recluta más aventajado de su generación se limita a bajar la cabeza y a mirar hacia otro lado. Hay algo oscuro en Kiev, un aura lúgubre que ha ido en aumento con el paso de los años. Robin se ha dado cuenta, sobre todo durante el último lustro, en el que su compañero apenas se ha dejado caer por la Organización más que unas cuántas veces al año, muy contadas todas, y por asuntos puramente burocráticos. Kiev siempre fue un muchacho bastante especial, pero los muertos han abierto en él una brecha que con los años cada vez se hace más grande, y Robin teme que ya sea demasiado tarde. 

-Se lo prometí -susurra, parece un pensamiento en voz alta. Su voz está quebrada y Robin tiene la impresión de que en pocos momentos se pondrá a llorar-. Se lo prometí cuando todo empezó, ¿entiendes?

-¿Qué? 

Kiev no llora, él ya no puede llorar. Mag se lo dijo en el entierro de Devra, cuando Robin le comentó que le extrañaba ver a Kiev tan entero y su compañera no parecía demasiado extrañada. Le dijo que a Kiev ya se le habían terminado las lágrimas, que si tuviese que llorar por cada persona que había perdido ya se hubiese quedado deshidratado, así que su cuerpo había reaccionado adaptándose a la situación e impidiéndole el llanto. A Robin se le antojó una tremenda idiotez, pero sí era cierto que Kiev ya nunca lloraba. Jamás, desde la muerte de Luke que no. 

-Cuando llegué al piso de Luke y Keena, justo al empezar el ataque, él me dio a Neal y me dijo que lo protegiese. Yo se lo prometí, y no lo cumplí. Él confió en mí y yo le fallé, ¿cómo quieres que me haga cargo de esos chicos? Yo no sé hacerme cargo de mí mismo, no sé hacerme cargo de la gente a la que quiero. Todas las personas a las que toco se mueren, ¿es que no lo entiendes o qué? No tengo palabra.

Hay muchas cosas detrás de Kiev, demasiadas como para que Robin pueda consolarlo. Está muerto en vida desde hace tiempo, pero es un superviviente y los supervivientes nunca se pegan un tiro para terminar con todo. Kiev podría haberse suicidado hace mucho tiempo, razones de sobra tiene, pero jamás lo hará porque para él huir del sufrimiento es demasiado indigno. Lo que nunca ha sabido es que el dolor también puede ser adictivo, y él está demasiado enganchado a esa sensación de vacío nostálgico, es como una especie de droga, la única cosa que logra hacerle sentir algo. Por eso cuando vuelve nunca sale de esa sala, porque sufrir mirando atrás es muy fácil, pero hacerlo hacia adelante ya es otro cantar. Él ha decidido estancarse, y ya es hora de que empiece a andar de nuevo. 

-Si no trabajas con nosotros en este proyecto entonces sí que serás un miserable sin palabra -la voz de Robin suena seria y contundente, algo bastante inusual en él. Kiev alza la vista y la clava en los ojos verdes de su compañero-. Kraft se suicidó, y tú no podrías haber hecho nada para impedírselo. Fue su decisión, y si hubieses llegado en el momento justo no habría tardado mucho en volverlo a intentar, tenía las cosas muy claras. Cuando Luke y Keena murieron tú eras un puto chaval, y con ellos murieron muchos más agentes perfectamente cualificados para defenderse en una pelea de condiciones extremas. No podrías haberlos salvado, Kiev, deja de comerte la puta cabeza por ello. Y a Devra tampoco, porque ella murió de una enfermedad, no es algo que nadie pudiese controlar, ni siquiera los mejores médicos de la Organización pudieron hacer algo con ella. Tanto Neal como Mordred nacieron condenados a ser exiliados de aquí, y se les exilió por su propia seguridad. Si te hubieses hecho cargo de ellos no habrías durado ni dos días, porque ambos chiquillos han estado amenazados de muerte desde el día en que llegaron a este mundo, y por muy buen agente que seas eso hubiese sido demasiado incluso para ti. Y tampoco cabía la posibilidad de que estuvieses observándolos desde la distancia porque eso también os habría condenado, a ti y a los niños. Pero ahora, Kiev, ahora sí que tienes la oportunidad de hacer algo por ellos. Puedes reunirte con Morgana, aceptar la tarea de entrenar a la nueva generación y enseñarles a esos niños cómo defenderse el día en que lleguen los Hilden para cargarse a Mordred o cualquiera que fuese el asesino de Luke para deshacerse de su hijo. Puedes enseñarles todo lo que sabes y transmitirles también lo que te enseñaron sus padres, pero para eso tienes que echarle un par de cojones y estar dispuesto a enfrentarte a los fantasmas. Y hablo de los fantasmas de verdad, Kiev, no estas fotos de mierda que te pasas la vida mirando para intentar sentirte peor contigo mismo, que ya está bien de flagelarte tan descaradamente. ¿Quieres cumplir con tu promesa? Pues hazlo, ahora tienes la oportunidad. Pero no me vengas con tonterías, anda, que ya tenemos una edad. 

El silencio embarga la sala, la luz azulada de las biografías que acompañan a la procesión fotográfica emiten destellos que se reflejan en el rostro pálido de Kiev. No parece enfadado, pero Robin sabe que sus palabras han hecho mella en él. No le gusta ser tan duro, siempre ha sido un tío bastante pacífico que rehuye ese tipo de confrontaciones porque usualmente no le aportan nada, pero esta vez es diferente. Kiev tiene que aprender a perdonarse, nunca ha sabido hacerlo y quizás esta nueva oportunidad le sirva para ello. 

-Tenemos una selección de reclutas impresionantes -Robin rompe el silencio, su voz suena ahora relajada-, mejores incluso que nosotros, su problema es que no tienen nada que ver los unos con los otros. Tendrías que ver lo verdes que están, son todos una pandilla de niñatos individualistas, absolutamente insufribles todos ellos. Ninguno ha tenido nunca una familia, necesitan que alguien les enseñe el concepto de esa palabra. 

Kiev se muerde el labio inferior, parece realmente contrariado. 

-Yo solo sé ver morir a la gente que me importa, no puedo enseñarles mucho más. 

-Sobrevivir a los muertos es una lección mucho más importante que la de tratar a los vivos.

Kiev alza ahora la vista, mira a Robin con escepticismo. Este, como de costumbre, se encoge de hombros. 

-Te encanta llevar las cosas a tu terreno, eh. 

Robin se permite ladear una sonrisa. 

-Ya sabes, algunas cosas nunca cambian. 



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