martes, 3 de febrero de 2015

Se pregunta constantemente cuánto veneno es capaz de acumular una persona en la sangre, y cada vez que Cristina Sandoval se cruza por su camino esa cuestión adquiere más notoriedad en su cabeza. ¿Cómo es posible que alguien posea tanta bilis en su interior? ¿Toda esa mala baba no le corroerá por dentro?
Joel sabe que en la vida real la maldad no se paga, nadie salda una cuenta pendiente con el karma ni existe ningún dios que juzgue a la gente según sus acciones. Lo sabe porque, de lo contrario, muchos de sus amigos del centro habrían nacido en familias de verdad y no en hogares en los que eran maltratados o abusados sexualmente. Lo sabe porque entonces no habría conocido a ningún niño abandonado a su suerte en cualquier vertedero, ni a chicos deprimidos porque les han separado de sus hermanos, ni a chavales esperando temblorosos la puesta en libertad condicional de sus padres. Si de verdad en el mundo hubiese justicia, muchas de las personas que han pasado por su vida no serían unas desgraciadas y gente como Cristina estaría podrida en la miseria. Pero el mundo tiene un gran humor negro y le gusta repartir los roles un poco mal. 

Peese a todo eso, aun habiendo conocido la maldad y la crueldad en su más puro estado, Joel es incapaz de entender a la gente como Cristina Sandoval. Puede comprender que algunos hombres se vayan por el mal camino porque lo han perdido todo y ya nada les importa, pero no le cabe en la cabeza que una persona que vive tan bien tenga que hacer sentir a los demás tan mal. ¿Qué necesidad tiene esa mujer de ser así teniendo un empleo, una familia y una buena posición económica? ¿Qué gana con ese fanatismo y esa mezquindad tan gratuita? Cada vez que la Sandoval lo mira con esa mueca de desprecio, como si estuviese contemplando un saco de deshechos, Joel sabe que no existe ningún dios, porque muy loco tendría que estar para dejar que mujeres como esa prediquen su fe. Y por ruin que resulten sus palabras y despreciables sean sus actos, Joel no puede sentir más que pena por ella, porque de verdad debe ser una mujer muy infeliz. 

Cristina lo huele, saborea la lástima que le profesa ese al que llama andrajoso y eso la enerva a unos niveles que no puede soportar. Joel es consciente de ello, y aunque no es muy partidario de la crueldad, saborea gustosamente su triunfo, sintiéndose un David venciendo a Goliat. Y ella lo sabe, es perfectamente consciente de lo que sucede, y no lo puede soportar. Por eso intenta hacerle la vida imposible y por eso nunca va a parar. Pero a Joel no le importa, porque sabe -y ella lo sabría si de verdad fuese tan cristiana como dice ser- que la mejor victoria es la condescendencia para con el enemigo. Y él no puede odiarla, es incapaz de odiar, así que siempre llevará todas las de ganar. 

A veces se pregunta cómo es posible que una persona pueda ser tan tóxica, como se puede almacenar tanta ponzoña dentro. Y piensa, sinceramente, que un día de estos explotará, y lo le extrañaría nada que terminase loca de remate. La maldad es un tipo de locura después de todo, aunque eso Cristina Sandoval no lo sabe. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario