miércoles, 14 de enero de 2015

Norma Jean y William Holden

Pero no podemos devolverlos a la calle, se morirán.
Fante no daba crédito a lo que veía, sabía que Revy tenía una afinidad especial con los animales, lo había demostrado con creces logrando que White Fang se rindiese a sus encantos con un par de caricias y algún jugueteo tonto, pero no esperaba todo aquel sentimentalismo por su parte. Revy se mostraba indiferente ante la existencia de cualquier ser humano, tanto adultos como niños, pero era tener entre sus manos a un par de crías de gato y desbordaba cariño y asertividad por todas partes. Ver para creer, desde luego aquellos chicos nunca dejarían de sorprenderlo. 
¿No te dan pena? —la muchacha levantó a los dos gatos al mismo tiempo, uno en cada mano, acercándolos tanto al rostro de Fante que este se vio obligado a retroceder de un brinco. 
Eran cachorros, no tendrían más de dos o tres meses. Uno era gris, claramente de raza, quizás un persa o algo por el estilo. Tenía una mirada altiva y malhumorada, daba la impresión de estar constantemente con el ceño fruncido, lo que le otorgaba un aire soberbio. El otro era negro, flacucho y rabioso, un gato común y corriente que seguramente provenía de algún ladrón de basuras. Era nervioso y desconfiado, sus ojos dorados lo observaban todo con recelo y sacaba sus pequeñas garras cada dos por tres, atacando antes de que alguien pudiese dañarle. Nunca bajaba la guardia, parecía estar esperando a que algo malo sucediese. 
Revy no dejaba de mirarlos, a ninguno de los dos, estaba totalmente enamorada de amos. Desde que la conocía, Fante nunca la había visto ilusionada por nada, y por primera vez apreció en ella un atisbo de la niña que alguna vez fue. 
Norma Jean es muy delicada insistió Revy, agitando la mano en la que portaba al gato gris, zarandeándolo delante de Fante. 
¿Pero ya les has puesto nombre?
El hombre estaba escandalizado. Por supuesto, ¿cómo había podido pensar que esa mocosa del diablo le estaba pidiendo permiso para quedarse con los gatos? Era evidente que Revy no iba a deshacerse de aquellas do bestias en miniatura, solo le informaba de sus pretensiones como un mero formalismo y poco más. 
Pues claro, no íbamos a llamarlos «gato» y a numerarlos para distinguirlos entre sí ironizó mientras dejaba al gato gris sobre la repisa de la cocina. Ella es Norma Jean, es una hembra. La he llamado así porque era el nombre de Marilyn antes de ser conocida, y como la gata es una súper estrella por descubrir debía tener un nombre en consecuencia a su magnificencia. ¡Pero mira que porte tiene! ¿Te das cuenta? Pasa de todos nosotros, está por encima de los mortales, ¡es una gata del firmamento!
Revy estaba entusiasmadísima, observaba con adoración a Norma Jean haciéndose un ovillo sobre sí misma y dirigiéndole después una mirada de absoluta indiferencia. Fante hizo una mueca, aquella gata tenía el mismo gesto insípido de Revy, era como su versión animal. 
Y aquí tenemos a William Holden la muchacha cogió al gato negro con las dos manos y lo elevó por encima de su cabeza haciéndole carantoñas. Lo suyo tenía delito, casi traumatiza a una docena de niños en Disneylandia mirándolos como si fuesen la peor escoria de la humanidad y a ese gato pulgoso lo trataba como a su propio hijo. Esa cría estaba loca. 
El animal no tardó en abrir su boca y sacar las uñas, intentaba herirla inútilmente estirando su pequeña cabecita hacia los labios de Revy, que se habían fruncido para enviarle besos imaginarios al gato. 
Qué carácter tienes, ¿eh, William Holden? ronroneó Revy. Tienes mucho genio, te vas a llevar a todas las gatas de calle. El chico malo de Hollywood. El terror de Los Ángeles. 
¿Por qué coño has llamado William Holden a un gato?
Revy miró a Fante y se encogió de hombros. 
Yo quería llamarlo Dallas por Dallas Winston, porque evidentemente William Holden es un delincuente trágico de los suburbios, pero como yo le he puesto el nombre a Norma Jean, Jimmy ha insistido en que le tocaba bautizar a William Holden, y le ha llamado así por ti. 
¿Por mí?
Fante alzó las cejas, ahí había algo que le olía a chamusquina. Cuando Revy le respondió con una sonrisa de lo más macabra supo que sus sospechas no iban desencaminadas. 
Jimmy está enganchadísimo a Bukowski, se siente identificado con la gente sórdida que bebe alcohol y se lía con tías que tienen herpes respondió con naturalidad. Ayer le dejé un libro de poemas. Hay uno en especial en el que Bukowski habla de William Holden y de como en sus últimos años su carrera era un fracaso, él estaba más alcohólico que nunca y terminó abriéndose la cabeza con el canto de una mesa, muriendo en estado de ebriedad sin que nadie lo echase en falta hasta cuatro días más tarde. Jimmy dice que la historia de William Holden le recuerda mucho a ti y ha llamado así al gato en tu honor. 
Fante bajó la vista, una oleada de ira le recorrió la espina dorsal a toda velocidad hasta llegar a su cabeza. Intentó mantener la calma, caer en las provocaciones de esos dos críos era un error. 
Bueno, voy a presentárselos a White Fang, ahora él será su padre adoptivo. 
¿Qué? Fante se olvidó de su enfado para alarmarse de inmediato. ¡No puedes llevar a los gatos con White Fang! Rebecca, escúchame. 
No me llames Rebecca. 
Revy el hombre se puso serio. No puedes quedarte a esos gatos, ahora en serio. White Fang los hará picadillo. 
—No te enteras, Fante, White Fang no les hará nada la chica bufó cansina. Tu pobre perro es un mutilado al que le robaste la oportunidad de ser un semental y tener pequeños sementalitos castrándolo, ahora por fin podrá ser padre. La gente adopta niños de áfrica, india o vietnam, White Fang tendrá un gato negro y otro persa. Será como la versión canina de Angelina Jolie, pero sin poder juntarse con una perra buenorra y tener hijos propios que terminen siendo transgénero. 

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