martes, 13 de enero de 2015

Fante era un niño perdido, estaba desorientado en la selva sin tener lobos que lo cuidasen, monos que lo adoptasen o panteras con la astucia suficiente para llevarlo por el buen camino. Estaba solo, perdido en esa sabana de focos, secretos y primeras planas capaz de proclamar a los hombres dioses para luego echarlos al fango del olvido sin ninguna compasión. Llevaba años levantando la mano sin que nadie le diese el turno para hablar, así que había decidido refugiarse en el recuerdo de aquel curso en el que lo coronaron Rey del Baile, esa otra vida que se le escapó de entre las manos y estaba repleta de portadas y chicas gritando su nombre hasta quedarse afónicas. Ahora algunos lo recordaban como el chico guapo de sonrisa perfecta que unos quisieron ser y otros beneficiarse, y él exprimía su fantasma de juventud como la última gota de agua que le quedaba en la cantimplora, incapaz de aceptar que se encontraba perdido y desorientado en medio del desierto despiadado de la mediana edad. Lo único que le quedaba era rememorar sus tiempos de gloria de la forma más visceral y salvaje a la que puede recurrir el ser humano: el sexo.

Revy comprendió que Jason Fante no era un degenerado, no tenía una fijación malsana por las jovencitas porque fuese un pervertido sexual, lo hacía por lo que ellas representaban. Los años que encarnaban su época de gloria, las chicas a las que se ligaba cuando estaba en la cima del mundo, cuando Jason iba a por una veinteañera experimentaba una regresión que le disparaba la serotonina fulminando de un solo golpe su baja moral. Era todo una pantomima, un mero teatro para negarse a sí mismo que ya no era joven y seguir sintiéndose como un chaval de veintitantos. Como ese chico que una vez tuvo el mundo en sus manos y toda la vida por delante para experimentarlo. 

La muchacha sintió una lástima tremenda por él, aunque se prometió a sí misma no decírselo a Jimmy. Esas cosas se las tiene que guardar uno porque no conviene que se sepan. Pero es que Fante no era un mal tipo, solo alguien tan perdido como cualquiera, como Jimmy, como ella. Alguien que deseaba formar parte de un mundo que se le había quedado grande, y eso no era ningún pecado, aunque sus formas fuesen más que cuestionables. Fante era como ellos, vagaba en medio del océano sin remos y sin velas, no podía encauzar su rumbo ni tampoco disponía de un ancla para mantenerse firme en un punto concreto.  Era uno más de los niños perdidos que el mundo había dejado caer sin darles pie a sujetarse, y Revy lo admiró en el fondo por ser capaz de engañarse tantísimo a sí mismo y  sonreír siempre fingiendo divertirse, aunque en el fondo de su pecho solo se escuchasen gritos de auxilio. 



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