martes, 4 de noviembre de 2014

Hoy me has devuelto al pasado y ha sentado bien, el olor a vainilla me trae recuerdos de aquel día frío en el que crecimos al mismo tiempo, y por alguna razón he sentido de nuevo ese aroma a palomitas de maíz. Hay zapatos a cuadros de ajedrez dando saltos en mi cabeza y parches hechos de flequillos viniéndome a la mente. El viento frío me ha devuelto un atardecer que huele a desinfectante y patatas fritas, a primeras rayas en los ojos y a lágrimas secas que prometieron dejar marca para siempre pero se disiparon después del último verano. Miro a través de la ventana y nada a cambiado, las risas siguen escuchándose en aquel oscuro túnel lleno de calor y atracones de helado a primeras horas de la tarde, las estanterías de cómics ya no están en el mismo sitio pero todavía me pregunto qué habrá sido de aquel tipo extraño y de su silla desaparecida y aunque las butacas sean ya demasiado caras es inevitable recordar las risas de los viernes por la tarde frente a la gran pantalla. 
¿Recuerdas aquel tiempo en el que ni siquiera podíamos cruzar un semáforo? Ahora podríamos ir adónde quisiésemos, pero nunca lo hacemos. A veces me pregunto si lo haremos, si durante algún húmedo e insoportable estío volverá a sonar el teléfono a las tres y media en punto de la tarde, exponiéndonos un par de horas más tarde a la metralla de un sol ardiente que no tiene piedad ninguna a este lado del litoral, si alguien nos devolverá los interminables paseos por una ciudad que despierta cuando se vuelve naranja o si volveremos a fantasear con todos los ojos azules que podamos recordar. Todavía tengo la esperanza de que volvamos a coincidir en esta vida, no en un semáforo cruzado dedicándonos un par de pitidos de claxon, sino en la misma carretera comarcal. Siempre creí que nuestros caminos nunca estarían separados, ¿te acuerdas cuando hablábamos de todo lo que haríamos en la universidad? No sé dónde nos dejamos todos los planes y los deseos, no sé dónde quedaron los viajes, las cenas y los sueños. Supongo que a mí me las quitaron unos dientes de lobo, puede que a ti te los arrebatasen tus demonios internos. 
Todavía me sigo preguntando qué fue de aquella silla, todavía me sigo acordando del último verano y de la colonia de vainilla. 
Nunca olvidaré que nos unió una creencia prohibida. 
Hoy me has devuelto al pasado y ha estado bien. Ojalá pudiésemos volver durante un momento, aunque solo fuese una vez. 

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