viernes, 10 de enero de 2014

Sofía era a los hombres lo que la miel a las abejas. O a los osos, según el punto de vista. A fin de cuentas, pensaba el muchacho, los sujetos que se le acercaban se asemejaban más a depredadores voraces que a unos insectos engorrosos y con algo de veneno. Sí, la metáfora plantígrada era una analogía más acertada, sobretodo por la mirada asesina y relamida que se avizoraba en ellos cuando contemplaban la augusta figura de aquella hermosa mujer. 

Joel la percibía como una especie de mantis religiosa que atraía a todo espécimen masculino que le agradase mínimanente hacia sus fauces y, una vez lo utilizaba, devoraba todos y cada uno de sus sentimientos sin cargarse la conciencia con remordimientos absurdos. Ella poseía una belleza sublime, casi fastuosa, y si ya es harto peligroso que una mujer con tal porte sea además inteligente, el riesgo aumentaba considerablemente  si encima ella era consciente de todo su potencial. Y Sofía tenía muy claros sus puntos fuertes, tanto que no dudaba en utilizarlos para conseguir cualquier cosa que se propusiese. 

Los hombres eran, pues, un mero objeto para ella. Un medio para conseguir placer sin compromisos e inflar un ego que comenzaba a competir con su extensa fortuna en cuanto a magnitud. 

Resultaba realmente curioso observar a Sofía en su vida diaria y hacerlo cuando un ejército de hombres sedientos de su hipnótico atractivo revoloteaban a su alrededor como mosquitos ansiosos de venas dulces y expuestas a sus picaduras. Con los hombres,Sofía tenía el porte de las grandes mujeres de la historia, un aura entre misteriosa y sensual que lograba fascinar a cualquiera que compartiese estancia con ella. No hacía falta ser un hombre para percibir su embrujo, bastaba con observar sus gestos delicados pero firmes, sus andares elegantes y distinguidos, o su mirada profunda y embriagadora. Toda ella rezumaba enigma y concupiscencia, como si fuese una especie de diosa que había decidido descender de los cielos para juguetear un poco con los pobres mortales fascinados por ella. 

Sin embargo, existía otra faceta de Sofía, una que contrarrestaba totalmente con la anterior, y que chocaba totalmente con su imagen fría y deshumanizada inicial. Cuando se encontraba entre gente de confianza o, sencillamente,rodeada de personas que le resultaban agradables, sus maneras se relajaban y su expresión se tornaba mucho más serena y dulce, adoptando un leve matiz infantil que se agudizaba cuando comenzaba hablar. Entre los suyos, Sofía ya no era la mujer de frases cortas y palabras secas capaz de seducir al mismísimo hielo, cuando Sofía dejaba toda aquella máscara de mujer fatal a un lado, se transformaba en la joven de treinta y dos años que era realmente. Adquiría de nuevo forma humana.

No es que dejase de ser bella, ni de resultar tremendamente atractiva, sencillamente se convertía en alguien tan normal como el resto de los mortales, e incluso con una vena bastante cómica. Sofía era algo inmadura, hablaba por los codos y nadie era capaz de acallarla, daba opiniones como quien dicta testamentos y cuestionaba todo lo que otros le decían por un viejo apego a la rebeldía del que no había logrado desprenderse. Tenía cambios de humor brutales que variaban desde el más absurdo de los melodramatismos hasta las muestras de afecto desproporcionadas, y se tomaba todo tan a la ligera que a veces incluso resultaba insensible por lo cínica que se mostraba. 

Joel se preguntaba a menudo por qué Sofía no dejaba entrever su verdadero yo a los demás. Al principio se dijo que quizás ese muro había sido interpuesto por un afán de supervivencia ante los golpes duros de la vida, pero con el tiempo se percató de que su actitud sensual no era más que parte de un juego sádico para manejar a los hombres como ella buenamente quisiese. Luís le había dicho alguna vez que Sofía podía ser todo un encanto como amiga, alguien que estaba ahí cuando debía estarlo y que luchaba con uñas y dientes por los suyos, pero como pareja era todo un fracaso. Alguien demasiado excepcional para poder ser manejado por cualquiera.

Yo estaría celosísimo si tuviese una novia como ella admitió. Y al mismo tiempo me sentiría como el culo. Tú imagínate, no solo atrae a todo tío heterosexual que se le acerque, encima es una de las mujeres más poderosas del mundo. Eso no se lleva muy bien, la verdad. 

Cuando le contó aquella conversación a Sofía, ella se limitó a reír. Lo hizo con ese aire despreocupado y natural que siempre se permitía tener cuando bajaba la guardia. Y él pensó, como todos aquellos que la conocían realmente, que era así como estaba más preciosa que nunca. La mujer se encogió de hombros sin darle mayor importancia al asunto. 

Los hombres quieren una mujer de la que poder presumir mientras se quede tras ellos, no una que pueda presumir de ellos mientras les hace sombra. 


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