jueves, 24 de octubre de 2013

Salmones y astronautas
Saúl Ochoa de Ondategui y Babineaux
Agosto de 1993


Mi tío Robert siempre dice que los copos de nieve son distintos los unos a los otros, al igual que las gotas de agua. Dice que si los ves a simple vista pueden parecerte idénticos, pero que si los observas con atención, si miras más allá de tus narices, puedes apreciar las diferencias, algunas sutiles y otras abismales. Por eso, supongo, accedí a visitar al abuelo Fabio cuando mi tío me lo pidió.

Nunca he tenido especial relación con ninguna de mis dos familias. En el mar de tiburones que es mi mundo, tanto los Ochoa de Ondategui como los Babineaux pueden considerarse dos especies que han firmado la paz, pero no por ello tienen que convivir en sociedad. Los tiburones nadan solos a fin de cuentas. Lo que sí que puedo decir es que siempre he visto más a la familia de mi padre, la de mi madre, al no tener ningún miembro español aparte de mí, es una tribu lejana, de esas que solo conoces por fotografías o anécdotas puntuales.

La última vez que había visto a mi abuelo Fabio fue hace como tres años, en unas navidades, y desde entonces nada.

Lo cierto es que la idea de ir a verlo no es algo que me entusiasmase en un principio, pero después de escuchar a mi tío Robert decidí que no podía ser tan hipócrita de prejuzgar a mi abuelo así como así, solo porque hubiese contribuido al nacimiento y crianza de la bruja de mi madre, que tal vez encontraba cosas en él que me resultaban incluso agradables, así que finalmente me he venido a Italia.

El abuelo Fabio siempre me ha dado algo de mal rollo, tiene un aire a Robert De Niro, pero es como un De Niro envejecido, imagina que De Niro tiene como veinte o treinta años más y tendrás a mi abuelo. Tampoco está tan delgado como De Niro, porque con la edad ha ganado peso y todo el rollo, pero te puedes hacer una idea de a qué me refiero. Además, tiene el toque ese de italiano medio mafioso que le dan a De Niro en todas las pelis que hace con Scorsese, como en la de Casino o Goodfellas, y cuando era más pequeño me intimidaba un montón porque pensaba que era algún capo de la mafia o algo parecido. Además, como vive en Sicilia…

Pero lo cierto es que me he sorprendido gratamente durante estas semanas que llevo viviendo con él. Según me ha contado Carola, la criada, mi abuelo se siente bastante solo desde que enviudó hace unos años, y mi madre tampoco es que se pase mucho por aquí.

Carola dice que mi madre y mi abuelo son igualitos en cuanto a carácter, y por eso no se pueden ni ver, ni han podido tratarse nunca. Yo no estoy de acuerdo con Carola, porque el abuelo no tiene nada que ver con la zorra pelirroja. Mie abuelo es un tío legal, le gusta levantarse temprano para dar un paseo por sus viñedos y luego bajar al pueblo a tomarse un vino de aperitivo, por las tardes va a pescar y por las noches se queda leyendo en el porche hasta la una o así. Es un hombre sencillo, aunque tenga la villa más grande de la provincia y siempre vista de punta en blanco. Pero es muy tranquilo y no grita, ni se comporta como un cabronazo sin corazón, ni mira a la gente por encima del hombro ni nada. Así que no le veo ningún parecido con mi madre.

Además, pese a todo, no parece cabreado por el hecho de que me fuese de caso. Es más, dice que lo entiende perfectamente.

Carola puede decir lo que le de la gana, pero creo que no tiene ni puta idea.

La verdad es que hoy no tengo un día demasiado bueno. Ayer por la noche me llamó César y me contó las buenas nuevas, que son más malas que otra cosa. Al parecer, la inútil de Catalina va a tirarse de cabeza a una relación de mierda, con un tío al que le pegué una paliza por cabrón. Las mujeres son así de raras: cuando las tratas mal se te pegan como lapas, y cuando cometes el error de ser de puta madre con ellas pasan de ti. A veces creo que las han educado fatal. A mí siempre me ha sucedido que cuanto más pasaba de una tía, esta se me acercaba el doble. Una mierda, vamos.

A veces, sinceramente, pienso que algunas tías no tienen amor propio. Y yo lo siento mucho, pero no pude gustarme una persona que no se quiere a sí misma por encima de las demás. Supongo que por eso nunca termino de cuajar con ninguna chica, porque al final siempre terminan por tenerme una especie de adoración que me resulta repugnante. Yo paso de ellas y ellas me adoran, menuda mierda de todo. Algunos tíos ven eso como algo guay, pero yo lo encuentro un coñazo, sinceramente. Para follar bien, pero para pasar tiempo con ellas un suplicio.

El tema es que cuando ese tipo de cosas las hacen tus amigas es distinto. Lina es lo más cercano a una amiga que tengo. Aunque discutamos a menudo y tengamos ideas muy opuestas en algunas formas de ver la vida, la verdad es que le he pillado cariño a la enana de mierda esa. Y que otras tías se pongan en evidencia me la suda, pero que lo haga una a la que le tengo cariño no sexual es una mierda.

Me cabrea, joder, porque Lina es muy lista pero con ese mamón se le va demasiado la cabeza. Espero que al final se quede en una falsa alarma, porque yo a ese capullo en la misma mesa que yo no lo quiero.

Le doy un sorbo al café y dejo la taza sobre la mesa, enfurruñado.

Todas las mañanas me encanta salir al porche a desayunar, hay unas vistas increíbles desde aquí y llega una brisa marina cojonuda, pero con el disgusto que me dio César ayer no hay quien coma de buena gana, manda cojones.

¿Una maña noche?

Me sobresalto al escuchar a esa voz grave hablando en italiano.

Mi abuelo acaba de salir, apoyado en su bastón y vestido de domingo. Él siempre se pone un traje blanco los domingos. Se sienta frente a mí en la mesa, sin dejar de mirarme, y se acomoda la silla para quedar bien parado.

La verdad es que mi abuelo y yo tenemos un aire físicamente hablando, aunque he sacado la altura de los Ochoa de Ondategui y también sus ojos.

No, la noche bien le contestó, evasivo. Malas noticias, mejor dicho.

Con mi abuelo estoy practicando un montón de italiano. La zorra pelirroja siempre me llevó a clases, pero nunca me había defendido con tanta soltura como ahora.

Mi abuelo coge la cafetera y se sirve él mismo el café. Carola dice que desde que se rompió la cadera hace como dos años no permite que nadie le sirva en exceso, como si quisiera demostrar constantemente que no está impedido. Mi abuelo es un cabezota de narices, testarudo como él solo. Supongo que eso lo he sacado de él, porque yo también me las traigo en ese sentido. A orgulloso ya te digo yo que no me gana nadie.

¿Es por tu amigo? ¿El que llamó ayer?

respondo, mirando fijamente a mi taza de café. Mierdas nuestras. Bueno, nuestras no, de una amiga y eso, que está tonta.

El sonido de la cucharilla de metal retumbar contra la cerámica de la taza llama mi atención y hace que mire a mi abuelo, que me observa con ojos divertidos.

Para los chicos de hoy todo parece un drama comenta con bastante guasa. En mi época, un drama era no tener con qué calzarte o dar de comer a cinco personas con dos patatas y una zanahoria.  

¿Pero qué dices de tu época, abuelo? Si tú podrías comprar media Sicilia.

Me mira durante un rato, algo que consigue cohibirme. Tiene una mirada muy profunda, de esas que parecen estar haciéndote rayos-x constantemente.

Veo que a tu madre le sigue encantando aparentar, ¿eh? sonríe, divertido. Ella siempre ha sido así. La verdad es que he de reconocerle el mérito, llega incluso a creerse sus propias mentiras, chico.

¿A qué te refieres?

Yo comencé en los astilleros me explica, mi familia no tenía dónde caerse muerta. Pero siempre he sido ambicioso, cabezota y los he tenido bien puestos, qué narices. Al final me hice con mi propia naviera, pero eso no fue hasta que ya tenía yo mis treinta años. A tu madre le encanta aparentar que tiene sangre aristócrata, por eso se casó con tu padre, me temo, pero nada más lejos de la realidad. Así que ya lo sabes, eres de clase social mestiza, tendrás que vivir con ello.

Joder, estoy flipando muy fuerte.

Mi madre siempre iba por ahí presumiendo de los negocios de su familia, poniéndolos a todos en un pedestal y creyéndose la mismísima Cleopatra de la clase alta, saber que mi abuelo salió de la nada es algo que no me esperaba en absoluto.

Tal vez mi tío Robert se refería a esto cuando me habló de que nada es lo que parece a simple vista, y creo que ya sé por qué me insistió tanto en que viniese aquí. Mi abuelo es toda una caja de sorpresas, sin duda.

Vaya tela, en serio, ahora mismo estoy que no sé. Joder.

Pero mamá siempre ha dicho que los Babineaux veníais de los primeros comerciantes industriales del sur de Francia.

Bueno, mi padre era de Niza, sí asintió, pero se mudó a Italia cuando era muy joven para encontrar trabajo en la costa, y allí conoció a mi madre. Yo soy italiano de nacimiento, aunque luego me sacase la doble nacionalidad. Tu madre es como tu abuela en ese sentido, a Michelle también le encantaba fingir que yo siempre había tenido un panteón familiar para cuando muriese, pero la verdad es que si no hubiese tenido suspicacia ahora mismo tendrían que tirarme por ahí si estirase la pata.

Abuelo no hables de esas cosas, joder e reprocho, me da muy mal rollo hablar de la muerte, es como muy chungo y eso.

Él suelta una carcajada, parece que se está divirtiendo de lo lindo con toda la conversación. La verdad es que no me mola nada que se ría en mi cara, tengo la sensación de que se mofa de mí y eso me fastidia.

Frunzo el ceño y hago un mohín.

Saúl, venga, no seas tan cascarrabias me pide. Siempre estás igual, niño, a la mínima te enfadas. Así no llegarás a nada; te enfurruñas por tus amigos, te enfurruñas por una bromita de nada… ¿Qué harás cuando se te complique la vida de verdad, eh?

Pues pagarle a alguien para que deshaga el enredo le contesto, mirándolo de nuevo y encogiéndome de hombros.

El rostro de mi abuelo se ensombrece de repente. Baja la mirada y toma aire con pesadumbre.

Si hicieses eso de verdad, hijo, me decepcionarías muchísimo.

Lo miro sin entender, y él parece tomarse ese gesto como un aliciente para seguir.

Saúl, a mí nadie me ha sacado nunca las castañas del fuego, ni cuando he sido pobre ni cuando he tenido dinero me mira con esos ojos de mafioso capaz de sacar información a las entrañas. Uno tiene que aprender a valerse por sí mismo, sin ayuda de nadie. Porque, ¿sabes? Hay algunas cosas que no se arreglan con dinero, y que son capaces de destruirnos totalmente, y si no sabes plantarle cara a la vida sin escudarte en ayudas externas, entonces el día en que esas cosas de las que te hablo lleguen te destrozarán por completo. Acuérdate de lo que te digo, porque algún día me darás la razón.

La verdad es que tampoco he dicho muy en serio lo de pagar para que me ayuden. O sea, yo no soy tan así. El dinero va bien y apaña muchas cosas que sin él son difíciles de saldar, pero yo siempre he sabido moverme por la vida. Si alguien se mete conmigo lo paga y si algún mamón toca a mis amigos le reviento. No es como si fuese un inútil ni nada por el estilo.

Era una broma, abuelo le aseguro.

Lo sé responde él, pero tengo la sensación de que hay algunas cosas que todavía no sabes y que te harán falta en el futuro.

No sé qué es lo que quiere decir, la verdad. Él siempre habla en plan críptico, como si fuese Yoda pero sin alterar la estructura de las oraciones. Lo que quiero decir es que mi abuelo se las da mucho de sabio que ha vivido un montón. Antes lo tomaba un poco a broma, pero ahora que conozco el secreto familiar entiendo lo que hace, porque si ha vivido una vida tan llena de cambios tiene que tener conocimiento de causa seguro. Vamos, es que es de lógica.

Voy a decirle a Carola que prepare la caña de pescar, que hoy hace bueno anuncia, y se levanta de la mesa con cuidado.

Mi abuelo se dirige hacia la puerta de entrada de la casa, pero entonces una idea surca mi mente y me veo obligado a detenerlo.

Oye lo llamo.

Él se gira, mirándome con curiosidad. Yo apretó los labios.

¿Por qué la gente, muchas veces, se empeña en hacer cosas que sabe que van a joderle? pregunto, pensando en Lina y en su situación con el francés.

Los ojos de mi abuelo chispean con malicia.

¿Nunca has escuchado eso de que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra? asiento, y él me enseña sus dientes en una sonría. Pus yo te digo que es capaz de hacerlo hasta un centenar si no se fija, mira tú por dónde.

¿Pero y si ve la piedra? le insisto. ¿Y si sabe que está ahí y que va a tropezarse pero aun así avanza hacia ella? ¿Por qué hay personas que se humillan una y otra vez aunque sepan que eso no puede terminar bien? No lo entiendo, abuelo, y me cabrea mucho.

¿Esto tiene algo que ver con tu mal humor de hoy?

Me encojo en la silla, algo avergonzado.

Bueno, sí, pero…

Saúl  mi abuelo se voltea del todo y coloca sus dos manos sobre el bastón, descargando el peso de su cuerpo en él y mirándome con un gesto paternal que sólo él y mi tío Robert me han dirigido a lo largo de mi vida. ¿Alguna vez te han hablado de los salmones? Son unos peces fascinantes, ¿sabes? Verás, los salmones son peces que se empeñan en nadar a contracorriente con el único fin de perder la vida en la tarea reproductiva. Su vida consiste en eso, en nadar hacia arriba para después morir, desafiando una y otra vez a las leyes de la naturaleza para llegar, poner sus huevos e irse al otro barrio. A veces pienso que los seres humanos somos un poco así, ¿sabes? Cabezotas sin remedio que nos empeñarnos en torturarnos una y otra vez hasta que conseguimos lo que deseamos o morimos intentando alcanzarlo. Sé que tú todavía no puedes comprenderlo, pero algún día entenderás que todos soñamos con tocar alguna vez la luna, y que para ello es necesario sacrificar unos cuantos cohetes y algún que otro astronauta. Porque mientras una misión espacial salga bien o uno de todos esos salmones termine llegando a lo alto del río, el resto mantendrá la esperanza de que es posible, de que no es un mito, e intentarán con todas sus fuerzas que la excepción confirme la regla. Las personas a veces tenemos cerebro de pez y temeridad de astronauta.

¿Y tú no crees que perseguir imposibles es algo inútil? susurró, en un hilo de voz.

Mi abuelo suelta una tremenda risotada.

Si yo no hubiese subido río arriba para intentar alcanzar la luna, tú ahora mismo no existirías, hijo.

Mi abuelo se va, y yo lo observo mientras se aleja, dejándome un poco tocado.

La verdad es que entiendo lo que me ha dicho y sé que es así, pro yo no cometeré el mismo error. Yo nunca iré contracorriente, mientras el cauce diezma mis fuerzas y mi vida. Yo encontraré la manera de hacerme a un lado e ir por el camino fácil, cueste lo que cueste.

Yo no voy a darme de hostias como todos los demás.


Yo voy a romper ese mito tan estúpido, ya lo verás: seré el oso que se come a los salmones y el astronauta que capitanea la misión a la luna cuando otros tantos ya han muerto por él. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario