La primera de muchas veces
César Maruenda Garrido.
Junio de 1993
—¿Es necesario? ¿De verdad que lo es?
La voz de Lina queda oculta por el sonido de la Super
Nintendo. Saúl la ha sacado de su maleta y la hemos instalado en la tele, así
que llevamos cosa de casi cinco horas jugando al Super Mario World y luego al F-Zero. A mí me
gusta bastante más el Mario porque puedes ir por los sitios y tal matando setas
y eso es chulo, el F-Zero es de carreras y no emociona tanto, aunque a Saúl y a
mí nos gusta competir y esas cosas. Lo bueno de tener un amigo rico es que se
compra lo último en tecnología, se agenció la Super Nintendo cuando salió al
mercado, en inglés y todo. Y si no se la compró cuando salió en Japón es porque
los jeroglíficos esos nipones no hay quien los entienda.
Tengo que admitir, así, como dato, que soy un fanático de
los videojuegos. En serio, me puedo pasar como horas y horas jugando y como si
fueran minutos. La putada es que las consolas son caras con avaricia, y yo no
puedo conseguirme una porque se me sale del presupuesto totalmente. Lo guay es
que Saúl me regaló una Game Boy el año pasado por mi cumpleaños, y me mola más
la Game Boy que la Nintendo. La Game Boy es un cacharro súper guapo en el que
metes los juegos en miniatura por una ranurita trasera, como en la Super Nintendo
pero en mini, y juegas dónde quieras. Va a pilas, y yo me tiro el día
enganchadísimo al Súper Mario. Los de Nintendo son los mejores porque siempre
te sacan juegos nuevos del Super Mario. Yo para la Game Boy tengo el Super
Mario Land, que es la leche, y cada dos por tres ando jugando y tal.
Hoy hemos quedado en mi casa porque mi madre se ha ido a no
sé cual reunión de su iglesia, la condición era que cuidase de Marta y eso es
un poco asco, pero como Lina la adora y mi hermana adora a Lina se han ido las
dos a dar una vuelta por el centro y ahora acaban de volver. Lo mejor de tener una amiga chica es que
puedes endosarle a tu hermana pequeña. Bueno, también tiene otras cosas
positivas, claro, pero en estos momentos la mejor es esa. Saúl y yo, como
buenos hombres de la casa, hemos preferido darle a la consola. El tema es que
Lina y mi hermana llevan como media hora o más por aquí y nosotros seguimos sin
hacerles ni puto caso.
—¡Toma, voy a batir tu record! —Grita Saúl, con la
vista fijada en el juego.
—Qué cabrón eres —gruño, y me atrevo a mirar de reojo a
Lina.
Mi amiga nos mira con los brazos cruzados y una ceja
enarcada, parece enfadada. Lina siempre dice que no sabe de qué coño le sirve
tener dos amigos chicos a los que no les gusta el fútbol, si son igual de
pesados con sus “cosas de raritos” como dice ella. Cosas de raritos,
según Lina, son los videojuegos y los cómics.
—Os vais a ir a la mierda en breves —advierte
ella, que cada vez clava más sus ojos castaños en mí—. Saúl, haz el
favor de dejar eso de una puñetera vez, son las dos y media de la tarde.
—¿Y qué? —Pregunta Saúl, sin dejar su
concentración en el juego a un lado.
—Pues que no hemos comido —responde
Saúl se encoje de hombros y soy yo el que recibe un manotazo
en el hombro por parte de Lina.
—¿Pero qué haces, loca? —Le pregunto, cabreado.
Ella me zarandea.
—¡Que queremos comer, coño! —Exclama, sin dejar
de empujarme hacia delante y hacia atrás.
Yo le agarró de las muñecas con fuerza, Lina tiene los
brazos muy finos porque es así muy
chiquitina y además delgadita con ganas. Ella me observa, desafiante, y yo le
devuelvo la misma mirada. Nos quedamos así, con los ojos achinados y los labios
fruncidos durante algunos instantes, y cuando menos se lo espera le doy un
empujó hacia mí para que caiga en el sofá.
—¡Me cago en vuestra puta vida! —Se
oye exclamar a Saúl, notando como Lina acaba de caer justo a su lado y le ha
movido todo—. ¡La carrera, joder!
Lina procede entonces atacarlo a él, intentando coger el
mando. Saúl forcejea, hasta que finalmente le mete un empujón a Lina, que se
pone a reír haciendo que yo también suelte un par de carcajadas. En la pantalla
se leer “Game Over” y cuando Saúl se percata, suelta un bufido y frunce
el ceño.
—Tío, más retrasados y nacéis con Down, macho.
Empuja a Lina hacia un lado y luego me da un puñetazo a mí
en el brazo. Se levanta enfadado, nos dirige una mirada iracunda y chasquea la
lengua.
—Sois un par de putos anormales, de verdad.
Lina y yo miramos a Saúl marcharse, y al verlo desaparecer
por la puerta del salón nos observamos entre nosotros y acabamos partiéndonos
el culo con ganas. Joder, qué bueno ha sido. Saúl tiene el genio muy corto y en
seguida se enfada, cuando está centrado en algo y le tocas los cojones salta a
la mínima y se enfurruña como un crío, es la leche de gracioso. A Lina y a mí
nos encanta unirnos para tocarle los cojones. Durante nuestro viaje a Londres
por Semana Santa estuvimos las dos semanas igual, al final Saúl amenazó con
tirarnos por el Támesis y cuando no le creímos cogió a Lina y casi lo hace, así
que paramos.
En serio, Saúl puede ser un auténtico ogro si le sale la
vena.
Intento parar de reír y miro a Lina, que se está repeinando
el pelo rubio a duras penas. Lina tiene mucho volumen y en seguida se le carda,
si tuviese el pelo rizado parecería una pitufa afro, como los negros esos de
las series de los setenta rollo Starsky y Hutch o la peña que bailaba música
disco en las pelis en plan Fiebre del Sábado noche y eso. En realidad Lina
tiene un pelo muy de los setenta, como Diane Keaton en Annie Hall, me refiero
al tono de su rubio, que es así oscuro y eso. Bueno, que me estoy haciendo un
lío, creo que se pilla el concepto.
Este verano va a ser la polla porque el primer mes nos vamos
con Saúl, luego Lina y yo nos
marcharemos al apartamento que tiene mi madre en la playa porque Saúl tiene que
ir a ver a su abuelo materno a Sicilia y no puede llevarnos con él.
El padre de Lina es un cabronazo de la hostia, cuando nos
fuimos a Londres casi le mete un guantazo y todo a la pobre, pero yo le amenacé
con denunciarlo si la tocaba. Le he soltado la trola al mamarracho ese de que
soy el novio de Lina, y como cuando me pongo chulo tengo muy mala gaita el tío
parece que me tiene como respeto. La verdad es que es un mierdas de cojones, pero
como sus hijos y su mujer son más vulnerables que él pues se aprovecha, el muy
borracho cabrón.
Así que le he dicho a Lina que se venga después de Londres al
apartamento conmigo, así no estará sola con su familia, que es bastante mierda.
Mi madre se cree que Lina y yo tenemos algo, la verdad es que no le he dicho
nada pero la vieja está contenta de que ella esté en mi vida. Por mi guay, no
creo que mi madre se tomase muy bien el tema ese de que no me gusten las tetas,
así que mientras pueda ahorrarme los gritos y los reproches por mí mejor.
Podría decirse que Lina y yo tenemos una especie de simbiosis guapa para
sobrevivir antes de la independencia familiar.
Si alguien me hubiera dicho que acabaríamos llevándonos tan
bien el día en que nos conocimos seguramente me habría reído en su cara. Pero
bueno, supongo que la vida da muchas vueltas y todo eso, quién sabe.
Lina se incorpora en el sofá y me mira.
—¿Crees que me pondrán el ocho en Sociales? —Me
pregunta, preocupada. Estamos a final de curso y ella es bastante tiquismiquis
con sus notas.
Yo me encojo de hombros.
—Supongo, no lo sé. Tú no te marees por esas
chorradas.
Me levanto mientras aliso mi camisa con las manos, que
después de tanta tontería se ha quedado bastante mal y no me mola nada parecer
que voy sin planchar, soy muy mío con estas cosas.
Lina me sigue mirando.
—¿Ya has decidido lo que quieres estudiar? —Me
pregunta, abriendo mucho los ojos—. Tu madre está súper pesada con el
temita, el otro día empezó a montar el melodrama.
El año que viene Saúl y yo haremos COU. Él sabe
perfectamente que estudiará Empresariales, y de todas formas le da un poco
igual porque cuando cumpla los dieciocho heredará toda la parte española de su
herencia paterna. Yo, por el contrario, no he tenido ni puta idea nunca. La
verdad es que jamás me he parado a pensar qué era lo que quería hacer con mi
vida, soy de esos tipos que viven el momento y que sudan de lo demás. No
obstante, después de hablar largo y tendido con Saúl, he tomado una decisión.
—Seguramente haré Derecho —le digo, y levanto
la vista para sonreír ladino—. Ser abogado es la polla, puedes
llevar traje y maletín de piel, en plan súper elegante. Además, ya sabes que
tengo una labia que te cagas.
—Y un morro que te lo pisas también —replica
ella, juntando sus cejas—. A ver si te crees que soy tonta o
algo y no sé que si te haces abogado Saúl te enchufará en su empresa cuando
acabes la universidad.
Suelto una carcajada, vaya con la astucia de la pitufa.
—De hecho, me ha prometido que podré hacer las prácticas
ahí cuando termine si decido hacer
Derecho Empresarial, y no soy tan gilipollas como para rechazar la oferta —añado,
apretando los labios—. Pero bueno, tía, no me agobies, que todavía queda
todo un año y dos veranos de por medio. Joder, no sabes las ganas que tengo de
vacaciones.
Lina pone los ojos en blanco, la mafia que tenemos montada
Saúl y yo la exaspera. Aunque, realmente, lo que me mola es la idea de trabajar
en el mismo sitio que Saúl. Nos imagino en unos años a los dos en nuestros
despachos chulos, con los teléfonos esos con altavoz que salen en las pelis
americanas, hablando a través de ellos y riéndonos a lo bestia. Vacilando al
personal y tal, tiene que estar súper guapo. Lo que molaría sería poder jugar a un
videojuego a distancia, ¿sabes lo que te digo? Como en las pelis futuristas,
donde la gente se comunica por pantallas de ordenadores, pero en la vida real y
viéndonos las caras. Eso trabajando con Saúl sería la leche, lo malo es que
esas cosas solo pasan en películas como Regreso al Futuro II y todo eso, qué
mal.
Lina hace un mohín, está un poco mosca con el tema porque al ser
dos años menor que nosotros se ve muy sola cuando terminemos el instituto. Yo
la entiendo, claro está, pero no puedo hacer nada y tampoco me voy a reprimir
mi opinión porque a ella le entre la morriña.
—Venga, pitufa, no te pongas así —le
digo, al ver la mueca que acaba de aparecer en su rostro—, ya verás los dos
veranos más cojonudos que vamos a pasar. Que yo este quiero ligar, hace tiempo
que no estoy con nadie y un hombre tiene sus necesidades.
—Pues mantente alejado de mí —me advierte—,
porque me espantas a los chicos, se creen que eres mi novio y no me tira nadie.
—Qué huevos tienes —le espeto—, lo mío es peor, que se creen que soy
heterosexual y eso sí que es la putada mayor.
—Pues ponte unos pantalones fucsia y depílate las
cejas.
—Pues hazte una lobotomía en el cerebro.
—Sois la mierda —ese es Saúl que acaba de entrar y lleva
a mi hermana colgando debajo de uno de sus brazos—. César, hazte cargo de esto.
Y me tira a mi hermana a los pies. Marta, con sus ya casi
siete años, se retuerce de risa en el suelo. Mi hermana y yo nos parecemos poco
físicamente, la verdad, y a medida que va creciendo esas diferencias se notan
más. Yo he salido a mi madre y ella al tipo que se hacía llamar nuestro padre.
Qué le vamos a hacer. Además, conforme gana años también aumenta su nivel de
pesadez. Cada día molesta más y se vuelve insoportable. En serio, es un coñazo
de niña, y yo tengo la sensación de que cuando sea mayor se convertirá en una
de esas adolescentes insufribles que quieren hacer lo que les da la gana y te
dan por culo hasta que lo consiguen.
Lo único que espero es que no me venga preñada antes de los treinta
porque la mato.
—¿Quieres dejar de hacer el gilipollas, Marta? —Inquiero,
frunciendo el ceño y mirándola.
Pero mi hermana no hace caso, se limita a sacarme la lengua
y se va corriendo y riendo sin parar, dando vueltas por el salón como si estuviese
loca. Yo creo que sufre algún tipo de retraso, pero como mi madre es muy
católica no ve que la subnormalidad profunda pueda ser un problema grave. Y eso
mal, muy mal. De verdad te digo que mi hermana tiene una tara, y encima
conforme crece su gusto para combinar colores es todavía peor. En serio, menuda
chapuza de cría nos ha salido.
—No deberías tratar así a tu hermana, es una monada —me
reprocha Lina, que la adora demasiado para mi gusto.
—Mira que me cuesta estar de acuerdo con la mediometro
esta —secunda Saúl, refiriéndose amistosamente a Lina—,
pero te pasas un poco con Martita, la pobre solo es una cría.
—Esa niña es la reencarnación de Belcebú.
Mis dos amigos ruedan los ojos y yo le dirijo una última
mirada a la loca de mi hermana. Viendo cómo va nuestra relación, no creo que
nunca lleguemos a llevarnos bien. Entre lo distintos que somos y los años que
nos llevamos, temo que al final acabemos siendo un par de desconocidos que
comparten apellidos.
Chasqueo la lengua y miro a Saúl.
—Estábamos hablando del año que viene y lo que estamos
pensando en estudiar —le comento, poniéndolo al día—. ¿Ya has dejado
de llorar por lo del videojuego?
—Que te follen —me espeta.
Yo sonrío, malicioso.
—Hombre, soy más de dar y tal, pero recibir de vez en
cuando también mola.
Lina suelta una carcajada y Saúl pone los ojos en blanco.
—No tienes puto remedio, tío —resopla, y luego
toma aire de nuevo y lo expulsa en un suspiro—. Espero que no me echéis mucho de
menos cuando me vaya a Italia, sé que no podéis vivir sin mí.
—Tienes razón, pensaré mucho en ti mientras le como la
boca a algún tío por ahí —asiento, irónico—, o mientras Lina
y yo estemos por de fiesta loca. Seguro que entre vodka y vodka acabamos
llorando por tu ausencia.
—Eh, tío, hoy me das mucho asco que lo sepas —me
dice, casi como escupiendo las palabras—. Me voy con tu hermana, le diré que de
mayor tiene que ser una guarrilla que utilice a los hombres y así me vengaré de
ti.
Enarco una ceja mientras se aleja, y miro a Lina.
La verdad es que sí que echaré de menos a Saúl, no es lo
mismo salir sin él. Lina, Saúl y yo llevamos saliendo meses sin parar, y no
necesariamente de fiesta. A veces simplemente nos juntamos para pasar juntos
las tardes y las noches, haciéndonos compañía los unos a los otros. Lina
todavía no ha superado lo del gabacho cabrón ese que la trataba como el culo,
Saúl se ahorcaría antes de ponerse en serio como una tía y a mí me da pereza
eso de tener una relación, nunca he encontrado a nadie con quien me apetezca,
la verdad. Así que nosotros tres somos nuestros únicos amores, los únicos a los
que dedicamos nuestras horas. Esta pequeña comunidad que hemos creado es algo
que se ha convertido en el eje de nuestras vidas.
Somos como una familia, supliendo a las nuestras
originalmente disfuncionales. Pero no
sé, cada vez veo más cerca eso de hacerme mayor de edad y pienso que tarde o
temprano nos separaremos. O sea, no creo que dejemos de ser amigos, eso nunca,
pero no estaremos todo el día juntos, como ahora. Así que supongo que salir sin
Saúl este verano será como una especie de práctica para el futuro.
Mientras me vuelvo a sentar en el sofá, al lado de Lina,
escucho un grito enorme.
—¡La madre que te parió, niñata de los huevos!
Y me echo a reír, mientas mi hermana hace acto de presencia
en el salón y me enseña una goma que se ha enroscado entre los dedos en forma
de tirachinas, con unos balines de papel.
—¡Se lo he tirado a Saúl! —Ríe Marta, ese
demonio de apenas un metro cuarenta que a sus siete años tiene la malicia de
los grandes. Esa niña que promete muchas cosas y ninguna de ellas buena.
—¡Te voy a matar! —Ese es Saúl, entrando cabreadísimo al
salón.
Lina y yo volvemos a reír.
Joder, la verdad es que sí que lo echaré de menos en agosto,
es la primera vez que nos vamos a separar desde hace año y medio.
Aunque, por más que me joda, me temo que será la primera de
muchas más veces a partir de este momento.
¿Por qué vas alternando las mayúsculas y las minúsculas en las acotaciones de diálogos?
ResponderEliminar—¡Toma, voy a batir tu record! —Grita Saúl, con la vista fijada en el juego.
—Qué cabrón eres —gruño, y me atrevo a mirar de reojo a Lina.
Una g mayúscula, una minúscula. Lo haces todo el relato y es muy molesto.
Independientemente de esto, no me ha gustado nada.
Porque tras los signos de interrogación y exclamación actúan como elementos conclusivos de oración. Por tanto, la letra que sigue al diálogo debe ser mayúscula. Que te sea molesto o no da lo mismo porque hay que hacerlo así si la frase es conclusiva, y lo es.
EliminarIndependientemente de eso, si no me das argumentos para sustentar tu opinión me importa más bien poco que te haya gustado o no.
Te recomiendo que repases esa norma y la función de las atribuciones de diálogos con guiones largos dentro de una oración. Porque estás equivocada y lo utilizas de forma sistemática y mal. Una oración puede concluir o no antes de una atribución, pero eso no lo determina el uso de la exclamación o la interrogación, lo determina la intencionalidad del texto.
EliminarSi no te interesa la teoría, al menos coge el libro con diálogos que tengas más a mano y fíjate cómo está escrito. A mi derecha tengo "El Palacio de la Luna" de Paul Auster. En la página 92, escogida al azar, se lee:
—¿Investigación? —dije.
En la 104 se lee:
—¿Quién es? —dije.
Por si no te fías de Auster o de sus traductores, tomo a mano izquierda el libro de "Harry Potter y el prisionero de Azkaban". Página 80, ahora sí, al azar:
—¿De qué iba la cosa? —le preguntó a Harry.
Misma página:
—¡Bienvenidos! —dijo Dumbledore, con la luz de la vela reflejándose en su barba. [A continuación tenemos una oración que sí termina antes de la atribución o comentario entre guiones, de ahí que el punto se sitúe antes del guión.]
Página 81:
—¡Mira a Snape! —le susurró Ron a Harry en el oído.
Harry Potter te puede servir de guía de estilo para estas cosas tan básicas, porque abunda en oraciones exclamativas e interrogativas y Rowling, como tú, también peca de exceso de atribuciones. (Aunque ella menos, todo sea dicho.)
Si aún así no te fías pregúntale a cualquiera que haya estudiado ortotipografía, Boinez, por ejemplo, si lee tus escritos, debería haberte explicado esto hace tiempo.
Vale, ¿algo más?
Eliminar