miércoles, 13 de marzo de 2013


  ¿Sabes? A veces creo que todos tenemos un momento de inflexión en el que, sin darnos cuenta, nuestra vida da un cambio. Quiero decir que después de una época de tormentas o de una calma abismal, siempre hay algo que o bien despeja las nubes o tal vez las atrae de nuevo para que tapen el sol. Suelen ser pequeñas cosas, hechos sin importancia que transcurren un día cualquiera y que, como si tuviesen una especie de efecto mariposa, terminan por convertirse en un huracán y absorber todo nuestro mundo.  
  Eso fue lo que sucedió el día en que mi madre conoció a mi padre. Aquella mañana de mediados de septiembre en la que ella ni tan siquiera reparó en el tipo de baja estatura y orejas de soplillo que andaba medio encorvado. También pasó cuando una tarde cualquiera de noviembre fui por casualidad a la universidad y me topé con Nora. Y es lo mismo que le ha sucedido a Aitor.
  Amante de las casualidades como soy, persona que cree firmemente en el poder de la intuición, supe desde el primer momento que Nora iba a tener un papel significante en mi vida, como mi madre supo, sin entender muy bien el por qué, que mi padre representaría un papel fundamental en la tragicomedia de su vida. Más trágica que cómica cuando se trata de él. Y creo que Aitor no lo sintió, porque él es incapaz de percibir éstas cosas, pero el día en que conoció a Marta algo cambió dentro de él. Y no hablo de mariconadas cursilonas como amores a primera vista, yo siempre digo que, en todo caso, a lo sumo existe la erección a primera vista. Lo que yo quiero decir es que Marta entró casualmente en su vida y en menos de un mes se ha convertido en todo su mundo. No me preguntes por qué, pero Aitor ha cambiado totalmente su actitud.
  Él se pasaba la vida pregonando su felicidad de soltero, perjurando que después de Cristina no habría ninguna otra hasta que le saliesen canas. Y ahora solo sabe hablarme de Marta. De lo divertida que es, de lo ingeniosa que resulta y de lo guapa que le parece. Está totalmente pillado. Y ella tiene novio.
  A eso me refiero con toda la cosa del punto de inflexión. Mis padres terminaron asesinándose emocionalmente y torturándose crónicamente después de su encuentro. Lo mío con Nora recorrió un camino arduo y, en ocasiones confuso. Aitor está cada vez más destrozado porque es tan masoquista que se ve incapaz de dejar de hablar con esa chica, y se tortura a sí mismo indagando sobre ella y enamorándose cada día más. Ha llegado hasta endiosarla. Es una locura.
  Marta es su punto de inflexión, lo sé desde la primera vez que me habló de ella. Y no me gusta nada, porque Aitor es mi amigo y si hay algo que no soporto en éste mundo aparte del noventa por ciento de los actos humanos es que alguien a quien quiero sufra, y más que sufra por temas de carácter sentimental. Pero no puedo hacer nada, nadie es capaz de detener un tornado, como tampoco podemos parar el efecto dominó una vez ha sido desatado. Él cruzó una mirada con Marta aquel día en clase y todo comenzó su proceso natural. Era algo imparable. No es que esté escrito ni ninguna mierda así, simplemente son cosas que suceden y nadie puede hacer nada, como una catástrofe natural a nivel emocional.
  Así que cuando llega Aitor con las ojeras de no dormir, porque se pasa la noche hablando con ella y luego se desvela, me mira y alza la cabeza. Ha perdido esa chispa que tenía antes, ahora parece un espectro que arrastra los pies por un mundo que dejó en el mismo instante en que comenzó a conocerla a ella. Intenta sonreír, pero no puede.
  —Estás hecho una mierda, tío me comenta, haciéndose el gracioso.
  Y yo no sé si devolvérsela o echarme a llorar. Porque cuando un huracán se une a un tsunami y ambos arrasan con las preciosas playas y los fantásticos parajes naturales, es imposible que no se te haga un nudo en el estómago y te vengan unas ganas de vomitar impresionantes. Y a mí me pasa algo así cada vez que miro a Aitor y me doy cuenta de que está cambiando, de que un cable se ha torcido y un tornillo anda suelto, de que peligra con caerse y romperse en mil pedazos. Que ya nunca volverá a ser el mismo de antes porque su hora ha llegado. 

2 comentarios:

  1. Joder, que pena.. Pero como bien has dicho, hay cosas que son irremediables, como los sentimientos o el enamorarse de alguien.. Es una pena que amores tan puros tengan que ser así.. Pero el enamoramientos no entiende de razones ni de lógica.

    (Saludos con café)

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  2. La conclusión es demoledora, pero el camino que lleva a ella la hace tan obvia que no puedes pensar más que "no podría estar de otra forma".

    Me encantó :) ¡Besos!

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