sábado, 23 de febrero de 2013


  Todo está oscuro, las luces de neón iluminan levemente los rostros apelotonados, sedientos de vida y hambrientos de juventud. Yo los observo, alejado, excluido. Me es difícil disfrutar de la música que suena, y difícilmente puede agradarme un ambiente tan sobrecargado, aliñado con el hedor a alcohol que se escapa por los alientos hambrientos de sexo, sustancias y libertad. Así que me limito a seguir con la mirada sus pasos atolondrados, sus movimientos sinuosos y los ojos perdidos en la noche. En mi cabeza resuena una vieja canción de los ochenta, un placebo para librarme del dolor que me supone sufrir el bum-bum que envuelve la sala.
   —Venga, Bosco, no seas rancio.
  Yo me limito a sonreírle a Clara. Es buena chica, se preocupa por mi aparente disfunción social. Pero lo mío no es una incapacidad para relacionarle, lo mío es una reticencia a formar parte de semejante espectáculo. Evolucioné hace demasiado tiempo como para unirme a ese tipo de fiesta cuya celebración carece de motivo. Voy algo fumado, lo admito, pero la marihuana para mí no es algo exclusivo, sino un alimento natural desde hace tiempo. Por lo demás, estoy perfectamente lúcido, demasiado para mi gusto dadas las circunstancias.
  Mientras la música taladra mis oídos, la gente pasa ante mis ojos con una velocidad aturdidora y yo me replanteo si no debería emborracharme para pasar el mal trago, veo a mis compañeros de clase y no puedo sino acabar pensando en Nora. ¿Qué estará haciendo ahora? ¿Por qué debería importarme? He sido un cerdo, un auténtico capullo. No debería haberme comportado así, la he cagado.
Hace días que no puedo quitarme de la cabeza como la pifié con ella. Nora solo quería dejar de perderse y encontrarse, y yo deseaba salir del mapa y recorrer una gran aventura. Ambos teníamos objetivos distintos y yo terminé por quemar los planos y abrir una brecha entre nosotros, y todo porque siempre he pecado de inmaduro en los asuntos emocionales, y todavía no he superado que mis tres únicas novias hayan sido unas zorras. Y ahora me encuentro en el final de una cena de clase a la que he ido por compromiso con un par de amigos de verdad, sentado en la barra de un pub sin ganas de fiesta y con remordimiento de conciencia.
  Nora tiene una de esas miradas en las que puedes perderte, y su mente es todo un cosmos inexpugnable, a menudo me pregunto qué pasará por su cabeza, y cuantas canciones melancólicas se reproducirán en la minicadena de su mente. Es algo que me tiene tan intrigado como fascinado. Y yo la he cagado, pero bien, para variar. Soy ese tío al que tres zorras jodieron su adolescencia con sus malas artes y que ha terminado haciéndoselo pagar a la única chica que le prometía, tan solo, tratarlo bien.
  Me siento como una puta mierda, o algo así, tampoco lo sé bien.
  Mi padre le hizo algo parecido a mi madre, y solo volvieron a hablarse borrachos, dispuestos a hacerse el mayor de los daños, jadeando mientras la noche se moría en sus labios y sus vidas se condenaban engendrándome a mí.
  La mezcla de porros, melancolía y remordimientos no es nada buena, porque ahora mismo mi cabeza es un mar de imágenes premonitorias que desembocan en un futuro negro y apocalíptico. La música suena y suena, como si fueran cánticos fúnebres con un sonido demasiado animado, y yo frunzo el ceño. Nora solo quería aprender a quererme, y yo la rechacé por ello.
  Me siento tan como mi padre a mi edad, que me doy mucho asco.
  Papá me contó una vez que se encontró con mi madre después de su primera cagada muchas veces, y siempre bajó la cabeza y desvió la mirada. La música llega a su punto álgido, y una canción de los ochenta con fondo dance comienza a sonar. Mi mente viaja al año en que mis padres se conocieron y a lo largo de su historia se intercalan escenas de mi historia con Nora. Y me doy cuenta de que tal vez no esté todo perdido, que solo tengo que alzar la vista y mirarla a los ojos. Que no debo evitarla, sino hablar con ella.
  Tengo que ser más maduro que mi padre, y arreglar los errores cometidos.
  Uno de mis pies comienza a seguir el ritmo insulso de esa horrible versión casi de manera instintiva, y mis dedos tamborilean la barra sin pedirme permiso. Nora es una chica de callar la boca y hablar con sus ojos. De indagar hasta el fondo de tu alma para analizarte hasta dejarte desnudo. Es un universo aparte que reside prisionero en una tierra sin sueños y con escasas esperanzas. Y yo he desaprovechado la oportunidad de viajar con ella a lugares extraordinarios.
  Puede que su tren ya haya salido de la estación, pero tal vez, si corro, llegue a la próxima parada antes que él. Aunque tenga que ahogarme en el intento o perecer durante el camino.
  Cuando me doy cuenta, mi cabeza también sigue el horrible ritmo de esa música asesina, y yo estoy sonriendo ladino.
  Mi historia con Nora, últimamente, me recuerda a la de mis padres.
  Pero ni ella es mamá ni yo soy papá. Aunque ambos seamos un par de transeúntes, solitarios por el camino pedregoso y afilado de la vida que nos ha tocado padecer más que vivir.
  Nosotros somos distintos. Seremos distintos.
  Nosotros seremos. Algo, no importa el qué.
  De eso voy a encargarme cuando la vea.
  De eso se trata madurar. 

1 comentario:

  1. Madurar es enfrentar tus errores y no agachar la cabeza. Menos mal que Bosco se ha dado cuenta y no va a dejarla marchar.

    (me ha gustado mucho la historia)

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