lunes, 21 de julio de 2014

La noche alberga todo tipo de fantasmas que navegan por las sombras de las ciudades, jugando al gato y al ratón con los transeúntes que se dejan engatusar por sus formas y colores de neón. Los espectros que surgen de océanos alquitranados pueden fascinar y aterrar al mismo tiempo; la fauna que transita las callejuelas encharcadas por el rocío de la madrugada pertenece a una especie que todo el mundo teme pero admira al mismo tiempo, un estrato social olvidado por aquellos que vivimos más tranquilos siendo respaldados por los rayos del sol. Ellos tienen una doble cara, como la misma noche, siendo considerados a veces víctimas y otras verdugos, pobres diablos o enviados del demonio según la situación. Estos especímenes tan familiares y lejanos a nosotros, criaturas diurnas, tienen su propio mundo y sus propias leyes, viven en una dimensión paralela en la que se malvive cuando otros sueñan y se desea la muerte cuando otros viven. Truhanes y princesas derrocadas, marineros de tierra y sirenas de mares oscuros y asfaltados, todos ellos conforman un circo delos horrores para todos los que vivimos en la burbuja de la luz, aunque realmente no sean muy diferentes de nosotros. 

A veces, cuando corremos huyendo de esos fantasmas que nos acechan colocando cuernos a los peces de la madrugada, olvidamos que hay todo un universo sin explorar del que nuestros miedos nos dejan a un lado. A veces, sencillamente, pensamos que conocemos el mundo y nos conformamos con la parte más ínfima del pequeño cosmos que nos rodea. 

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